Una visita al islote de Lobos es el plan perfecto para los amantes de la tranquilidad y el romanticismo. Te contamos por qué
Visitar el islote de Lobos es sinónimo de calma y tranquilidad gracias a su entorno virgen. Una travesía de poco más de 15 minutos separa el puerto de Corralejo (en el norte de Fuerteventura) de este islote, que toma su nombre de los lobos marinos o focas monje que vivían en sus costas hasta no hace mucho tiempo. Escaparse a Lobos también puede ser el mejor plan para disfrutar de un día en pareja de lo más relajado y romántico.
Con una superficie de apenas 4,5 kilómetros cuadrados, el islote cuenta con enormes valores paisajísticos y naturales que le han la declaración de Parque Natural. Desde el mes de enero de 2019 se ha limitado el acceso a Lobos para minimizar el impacto turístico. Por ello, si queremos descubrir este pequeño paraíso tenemos que gestionar el permiso o asegurarnos que el operador turístico con el que hemos concertado la excursión se encargará de tramitarlo. Además de proteger el entorno natural de la isla, esta medida también nos asegurará cierta intimidad en nuestra escapada, huyendo de otros lugares mucho más concurridos y transitados.
Aguas cristalinas y paisajes volcánicos de gran belleza es lo que encontrarán los visitantes justo al llegar al muelle. Según las preferencias de cada uno, podemos optar por un plan de relax o uno más activo para la jornada. A diez minutos a pie desde el muelle, el visitante encontrará el Puertito de Lobos, un pequeño conjunto de chozas de pescadores de color blanco y puertas azules y único núcleo habitado de la isla. El caserío del Puertito de Lobos está construido sobre un paradisiaco paraje: arena blanca y roca volcánica se mezclan para formar espectaculares piscinas naturales transparentes y tranquilas, ideales para practicar snorkel o disfrutar de un baño en pareja
Otra excelente opción para desconectar y descansar es la magnífica Playa de la Concha, una medialuna perfecta con vistas a Corralejo y con un agua cuyo color va cambiando según la incidencia de la luz. Su forma semicircular y la protección que le garantiza la bahía contribuyen a la transparencia de sus aguas, que incluye prácticamente toda la gama de azules. En un islote marcadamente desértico y de sol casi permanente, refrescarse en este rincón te conecta con la vida.
Además de disfrutar de sus paradisíacas playas, Lobos también es un lugar perfecto para realizar actividades acuáticas como el snorkel o hacer una ruta de senderismo. En el islote existen varios caminos señalizados que permiten llegar cómodamente -siempre que llevemos el calzado adecuado- a todos sus parajes más destacados. Después de un refrescante baño en Playa de la Concha, podemos dirigirnos hacia las Salinas del Marrajo y de allí seguir hasta la montaña de La Caldera, un antiguo volcán que constituye el punto más alto de la isla con 127 metros. Desde la cima, las vistas del islote de Lobos y de las Dunas de Corralejo -en el horizonte- son absolutamente increíbles. Si tenemos ganas de seguir con la ruta, podemos llegar hasta el faro de Martiño, que estuvo habitado por un farero hasta 1968. Todavía podemos seguir un poco más por un camino que nos conducirá hasta Las Lagunitas, una amplia extensión de terreno con rocas volcánicas cubiertas de unas sorprendentes plantas de color rojizo.
Escaparse al islote de Lobos es descubrir un tesoro de mar y tierra; un remanso de paz y sosiego que invita a zambullirse en sus calmadas aguas o calzarse las botas para explorar cada rincón de sus tierras volcánicas. Una isla prácticamente virgen catalogada como Parque Natural que la convierte en una visita obligada para cualquier amante de la naturaleza.
Por lo tanto, cualquier medida es necesaria para salvaguardar este extraordinario patrimonio, desde las campañas de concienciación que se promueven desde las Administraciones públicas hasta la aplicación de la legislación (con sanciones para quien se lleve rodolitos o cualquier otro elemento como arena o piedras, tal como explicita la Ley de Costas), pasando por las peticiones de los turoperadores, guías turísticos y los propios habitantes de la zona. Es imprescindible fomentar la sensibilidad respecto al espacio natural para que pueda disfrutarlo todo el mundo hoy y mañana, igual que se hacía ayer. El turismo responsable es justamente eso. Y en las Islas Canarias es un valor añadido.